1.Las prisas, la cultura de lo inmediato, el mayor número de personas viviendo solas o los horarios imposibles influyen directamente en los hábitos de compra en el supermercado. Según los datos de la consultora Nielsen, en 2016 las ventas de productos congelados crecieron un 3,2%. Son un recurso fácil y rápido, reconoce la experta en nutrición clínica y autora de Adelgaza para siempre, Ángela Quintas: «Siempre que sean saludables. Los ultraprocesados congelados [al igual que los que no se encuentran bajo cero] vienen con aceites de mala calidad, mucho azúcar y sal, que los hace tan apetecibles».
Juan Revenga, dietista-nutricionista y biólogo, autor de Adelgázame, miénteme lo expresa sin tapujos: «La clave es que lo que esté congelado sea bueno. Si congelamos mierda, comeremos mierda congelada».
Buscamos entonces aquellos alimentos que no tengan añadidos poco saludables. Los dos expertos recomiendan que nos fijemos «en la fecha de congelación y de caducidad, que el embalaje no esté roto y que el producto no esté blando cuando lo apretemos con los dedos porque se podría haber roto la cadena de frío». Pero más allá de los consejos generales, ¿cuáles son los productos congelados más saludables que podemos encontrar en el supermecado?
2. Filetes de pescado limpio y sin piel Cuando no está cocinado, el pescado es un alimento congelado saludable. El problema no vendrá por los ingredientes, sino por el proceso que se ha llevado a cabo antes de congelarlo: si no nos fijamos, podemos «pagar agua por pescado», advierte Ángela Quintas. La pista está en el glaseado, que lo dota de un mejor aspecto. «Consiste en rociar de forma individual con agua potable la superficie del producto —fundamentalmente pescados y mariscos—, bloqueando así los efectos de la oxidación y la deshidratación, comunes en este tipo de procesos, y protegiendo a su vez los alimentos».
En la etiqueta debe expresarse, según el Reglamento 1169/2011 del Parlamento Europeo sobre la información alimentaria, «el peso neto de dicho alimento sin incluir el peso del glaseado«. Quintas recuerda que «muchos productos pueden engañar por su aspecto, haciéndonos creer que contienen más cantidad a un precio más barato».
3. Mejillones cocidos y gambas peladas Son una buena solución para completar «y aumentar la carga proteica de platos como revueltos, salteados, ensaladas, un arroz o una pasta», aconseja Quintas, quien también recomienda que los mejillones que compremos en la sección de congelados sean cocidos y sin salsas.
«Me encanta ver un envase lo más transparente posible. Que pueda ver el aspecto de lo que compro y que no tenga hielo. Puede estar cubierto por un fina capa de escarcha natural, pero no con bloques de hielo», apunta Revenga. Pero el aspecto a veces puede engañarnos. Añade que debemos fijarnos en la etiqueta porque «el color —sobre todo de las gambas peladas y de la carne— puede deberse en algunos casos a un colorante y también pueden tener algún potenciador del sabor».
4. Frutos del bosque La temporada de los frutos del bosque es para muchos más corta de lo que desearían —de junio a septiembre—, por eso, tenerlos congelados puede ser una buena opción para disponer todo el año de arándanos, frambuesas o moras. «Son estupendos para hacer helados caseros si los trituramos con un poco de leche y canela en la batidora», sugiere Quintas.
Aún así, aunque de los congelados de esta lista podemos abusar todo lo que queramos siguiendo las recomendaciones —»este método [de conservación] tiene unos beneficios indiscutibles, así que no hay problemas en comerlos todo lo que se quiera siempre que se elija la opción correcta», señala Revenga—, esto no es extensible a las frutas. «No es recomendable ceñirse a las congeladas».
«Las frescas no pierden propiedades en la descongelación. Los frutos rojos, como la fresa o la frambuesa, y las verduras verdes pueden perder hasta un 15% del contenido de vitamina C en el proceso«, aclara. «Con la carne y el pescado no hay tanto problema, siempre y cuando no se rompa la cadena de frío y las materias primas sean de calidad», incide.
5. Setas troceadas «Las bolsas donde viene un surtido de setas me parecen buena idea para saltearlas con un poco de ajo, unas gambas y unos huevos», señala Quintas y añade: «Plato completo y muy saludable en tiempo récord». Tienen, además, un contenido en proteína superior a otros alimentos de origen vegetal, según el colectivo de dietistas-nutricionistas Alimmenta y «colaboran en el tránsito intestinal, gracias a su fribra dietética». Y «son ricas en potasio y fósforo, dos minerales que cumplen un importante papel en la regulación del metabolismo», entre otras.
Al contrario que los frutos del bosque, su temporada es sobre todo en otoño, aunque también hay variedades de primavera; pero la opción de las congeladas hace posible comerlas todo el año.
6. Cebolla y ajo picados «Evitamos que nos huelan las manos al pelar y picar el ajo». Es una de las ventajas que señala Quintas sobre comprar estos productos ya picados y congelados. Pero además son «muy cómodos para echarlos directamente en la sartén con el aceite caliente».
Las propiedades de estas hortalizas se conservan como las del resto de las verduras y no corremos el riesgo de que se nos pasen en el cesto. «La ultracongelación es una técnica de conservación a nivel industrial que se realiza a muy bajas temperaturas en un corto periodo de tiempo. Supone un método de preservación que garantiza la inocuidad de los alimentos», explica. «Además, al realizar una congelación se pierde parte del agua de los alimentos, provocando una concentración de sus micronutrientes (vitaminas, minerales)», continúa, «por lo que no solo es que no pierdan nutrientes sino que ganan a nivel nutritivo». Y concluye: «En el caso de las verduras, son procesadas justo después de su recogida y puede que incluso sean más nutritivas que las frescas, si estas han estado almacenadas durante semanas antes de consumirse».
7.Salteados de verduras (el único precocinado)
«Si tuviera que salvar alguna comida lista para calentar y consumir serían los salteados de verduras», reconoce Quintas, aunque advierte que «vendrán con aceites de girasol, maltodextrinas, sal y algún otro ingrediente más que no nos convenza mucho», y por tanto no deberíamos abusar de ellas. «Suelen venir con algún ingrediente que le aporta proteínas como pollo, gambas o quinoa, lo que lo hace una comida completa para tomar como plato único. Otra opción son las verduras troceadas como las judías verdes, el brócoli o la coliflor», enumera Quintas. Juan Revenga eliminaría de su cesta cualquier plato precocinado, aunque reconoce: «No solo por una cuestión de salud, sino de gusto gastronómico». En cualquier caso, «hay que asegurarse de que su composición se parece lo máximo posible a las características de un plato elaborado [en casa] de forma saludable. Es decir, no sería lógico encontrar un alto porcentaje de grasas o azúcares en platos como una menestra de verduras o un pollo asado, ya que esto significaría que se ha modificado considerablemente la naturaleza original del alimento», aconsejaba a BuenaVida Patricia Yárnoz Esquiroz, dietista del Área de Nutrición Hospitalaria Clínica de la Universidad de Navarra.