Quizá al escuchar la palabra glaseado venga a tu mente un donut recubierto de una capa fina de azúcar que, conforme entra en tu boca, se va deshaciendo, llenando tu paladar de un suave sabor dulzón.
En el caso de los productos congelados, esa capa de hielo que recubre el producto es el glaseado y consiste en rociar con agua el producto para bloquear su oxidación, la deshidratación y protegerlo a la hora del transporte y distribución. De ahí que productos como las gambas peladas, los calamares troceados o los filetes de pescado presenten esa cubierta.
Esta técnica de congelación ultra rápida se suele realizar in situ para proteger el producto ante su pronta caducidad, permitiendo conservar todas las propiedades organolépticas y nutricionales. De esta manera, cuando esos productos son distribuidos y llegan a nuestras casas no han perdido ni una sola pizca de calidad.
Ahora bien, debemos fijarnos mucho en el porcentaje de glaseado que tiene el congelado para no correr el riesgo de estar pagando agua a precio de pescado.
Esta picaresca era tan habitual que ya en 2004 se estableció en España que: “(…) se considera que el agua del glaseado en los productos alimenticios congelados, que puede ser considerada como la utilizada para recubrir ciertos alimentos a fin de preservarlos de la oxidación y de la deshidratación, es únicamente un líquido accesorio respecto a los elementos esenciales del preparado y, en consecuencia, no resulta por lo tanto determinante para la compra”.
No obstante, el conocimiento por parte del comprador de una presencia más o menos abundante de masa de glaseado en un producto va a determinar, sin lugar a dudas, la elección y el precio que está dispuesto a pagar.
El porcentaje de glaseado que debe tener un producto congelado quedó regulado a través del reglamento europeo 1169/2011 que establece que: “cuando un producto alimenticio sólido se presente en un líquido de cobertura, se indicará también el peso neto escurrido de dicho alimento. Cuando el producto alimenticio se haya glaseado, el peso neto declarado de dicho alimento no incluirá el peso del glaseado”.
Trasladado a la etiqueta del producto, las formas en las que podemos ver cómo se refleja la presencia del glaseado en los productos pesqueros congelados son tres:
1.- Peso neto (gramos) y peso escurrido (gramos)
2.- Peso neto = peso escurrido (gramos)
3.- Peso escurrido (gramos)
En otras palabras: en el etiquetado del producto congelado debe aparecer tanto el peso neto como el peso sin la capa de hielo que denominamos glaseado. Es en esta diferencia donde vamos a ver cuánto porcentaje de glaseado hay y, por tanto, cuánto de agua estamos pagando a precio de pescado. Si la diferencia entre ambos es superior al 40%, podemos estar seguros de que estamos ante un posible caso de fraude al consumidor, puesto que está establecido que no lo debe superar.
Sin embargo, también debemos tener en cuenta que si ese porcentaje es muy inferior (menos del 20%) podría hacernos sospechar de la calidad del producto congelado, ya que una capa de glaseado extremadamente fina pone en riesgo la calidad y seguridad del mismo.
De manera que, si no queremos que nuestro dinero se evapore como el glaseado, debemos fijarnos bien en el etiquetado y hacer una sencilla regla de tres.